En sus artículos Noël se dedicó a la reflexión política y social.
En Francia, el martes 13 de abril las ediciones P.O.L anunciaron en un twitter la muerte de Bernard Noël. La casa publicó 25 de sus últimos libros. Horas antes yo había recibido la noticia en Argentina, y junto con un grupo íntimo compartimos el mail enviado por su compañera, Eliane, que nos llenó de tristeza: “Bernard partió esta madrugada”. Y con él una de las voces mayores de la poesía francesa.
Escritor y poeta comprometido, novelista, dramaturgo, ensayista, historiador, reportero, sociólogo, crítico de arte, editor, Bernard Noël nació en 1930 en Sainte-Geneviève-sur-Argence, en Aveyron. Dejó el silencio del campo para hacer estudios como periodista en París, donde nació su verdadera vocación, la literatura. París era una ebullición intelectual y artísticas permanentes. Tal vez esto le permitió mitigar una cierta nostalgia por las montañas y los espacios abiertos que cultivó a lo largo de sus 90 años.
Su primer libro de poesía apareció en 1955, Les Yeux Quimeras, al que le siguió Extraits du corps. Al comienzo sus publicaciones tenían una difusión íntima, como suele suceder con la poesía. Bernard, como la mayor parte de los de su generación, tenía la experiencia de la guerra ya que ésta terminó cuando tenía 14 años. Fue en 1969 que alcanzó la fama gracias al escándalo que produjo su novela Le Château de Cene. Detrás de una alegoría erótica, narra la guerra de Argelia. La novela fue prohibida y condenada en primera instancia en 1973, pero se benefició de una amnistía que le otorgó el gobierno de Valéry Giscard d’Estaing.
Aclamado por Louis Aragon, André Pieyre de Mandiargues, Maurice Blanchot, para Noël la poesía fue una forma de resistencia porque es “inconsumible” materialmente. Así testimoniaba Bernard en una de sus visitas a Madrid en 1997 para presentar la publicación en español de tres de sus principales trabajos: El resto del viaje (1997), La enfermedad de la carne (1988) y Diario de una mirada (1988).
“No podemos leer sin hacer el esfuerzo de leer, cuando vivimos en un mundo en el que los medios no demandan ningún esfuerzo. La gente se sienta, presiona un botón, abre los ojos y ya está. Para leer un libro hay que hacer el esfuerzo de leer, pero pienso que en todas las relaciones humanas si no hay esfuerzo no hay nada”.
Su amor por la pintura lo llevó a crear cientos de diálogos con pintores de distintos horizontes. Los libros de artista eran una fascinación que cultivó con su profundo sentido de la observación. En China aprender a dibujar o a escribir es la misma cosa. Bernard necesitaba de esa conexión. En uno de sus últimos reportajes recordaba las grandes enseñanzas que obtuvo al trabajar con el pintor franco-chino Zao-Wou-ki. “La observación de la mirada es el centro de mi trabajo tanto en la pintura, como en la política y en la poesía”.
A lo largo de su vida, Bernard cultivó el arte de la espera y en ella se insertan como bajo la forma de un tejido sus palabras y silencios. Lo exterior trasmuta hacia lo interior, el ojo rige, verifica, testimonia.
Noël seguirá por siempre siendo el fiel observador del derrumbe: “Y heme aquí en medio de este día la mirada de pronto quebrada por el sol, el vacío y el miedo a la escalera podrida. Los ojos tantean el aire hacia su izquierda y surge el Blanco el Blanco el Blanco impulsa al fondo del cielo su erección de tiza y por encima de vida muerte y realidad planta un formidable NO a sus razones”, leemos en El resto del viaje.
Les Plumes d’Éros (2010) constituye el primer volumen de sus Œuvres, publicadas por P.O.L., cuya segunda entrega –dedicada a escritos políticos– está ya en prensa. Noel dirigió diversas colecciones y festivales de poesía y recibió, entre otros premios, el Gran Premio Nacional de Poesía (1992) y el Robert Ganzo (2010).
En español se publicaron La cara de silencio, La castración mental, El síndrome de Gramsci, La sombra del doble, El rumor del aire. Sobre un pliegue del tiempo (traducción de Sara Cohen) y La mitad del gesto (traducido por Vivian Lofiego).