Herve Le Teller, ganador del último Premio Goncourt.
Por Vivian Lofiego
Pasaron pocas horas desde que Hervé Le Tellier recibió el prestigioso premio Goncourt, creado en 1903 en Francia, que se otorga una vez al año acompañado de una suma simbólica de 10 euros junto a un éxito editorial asegurado, ya que cada premio vende miles de ejemplares y es traducido a varias lenguas. Este año el premio vino con retraso a causa de la pandemia.
Le Tellier respondió rápidamente a mi mensaje de felicitación y propuesta de entrevista. La novela saldrá en Seix Barral en 2021, y los lectores podrán descubrir a un escritor, novelista y poeta muy peculiar cuya novela L’Anomalie (La Anomalía) se inscribe en la historia de un 2020 de confinamiento, pandemia y por qué no, de un ascenso fulgurante para este flamante premiado, admirador de Borges.
La Academia Goncourt premia al mejor libro en prosa del año en curso. También otorga becas que reciben el nombre de Premio Goncourt, de poesía, y de literatura juvenil.
Repasando la lista de los “premiados”, se encuentran celebridades como Marcel Proust, que lo recibió en 1919 por A la sombra de las muchachas en flor, el primer tomo de su En busca del tiempo perdido. Le siguen, en distinto orden, Simone de Beauvoir, Roman Gary, André Pieyre de Mandiargues, Marguerite Duras, Pascal Quignard, Michel Houellebecq y una larga lista que llega hasta el simétrico 2020 con Le Tellier.
Desde el año 2019, Le Tellier es el presidente del movimiento OuLiPo (ouvroir de littérature potentielle), Taller de Literatura Potencial. Ese movimiento se inició en Francia en los años 60 de la mano de escritores y matemáticos: el escritor Raymond Quenau y el matemático Francois Le Lionnais, otra de las figuras relevantes fue Italo Calvino. Los oulipianos hacen una exploración del lenguaje a través de juegos de escritura con restricciones semánticas, fonéticas, combinatorias con algoritmos y fractales, buscando crear obra con técnicas de “escritura limitada”.
Sus fundadores se autodefinen como “unas ratas que construyen ellas mismas el laberinto del cual se propondrán salir”. Otro de los fundadores fue el escritor Georges Perec, quien recibió el Premio Médicis. Perec, maestro de la escritura limitada (littérature á contraintes), es el autor de la célebre novela El secuestro, publicada en 1969. Perec utiliza como técnica el lipograma, que consiste en omitir sistemáticamente una letra del alfabeto: aquí hace desaparecer a la letra e, una de las más utilizadas de la lengua francesa.
Boris Vian, a su vez, del club de los Savanturiers (aventureros del saber), se inscribe en este movimiento desde la Patafísica. El paradigma oulipiano funciona a la inversa del profesado por el movimiento surrealista, alejándose del inconsciente y del azar del surrealismo, aplicándose conscientemente a restricciones que les permitirán nuevas formas de creación.
Le Tellier es el primer escritor del movimiento en recibir el premio Goncourt, por L’Anomalie. Poeta, cuentista, novelista, matemático y periodista, nació en París en 1957. De su escritura sobresale el humor, el juego lingüístico, la dificultad. Participó en varias emisiones de France-Culture, entre ellas “Des papous dans la tête” . También es periodista del períodico satírico de culto Le Canard enchainé. Es colaborador en Le Monde. En 2013, recibió un premio de humor negro por la traducción ficticia de un autor portugués del cual inventó la obra y la biografía.
L’Anomalie (publicado en Francia por Gallimard) es una novela dentro de otra novela. Aventura de la comedia humana donde se entrelazan la ciencia ficción, el thriller, el juego del doble, la filosofía, el amor, las religiones, y la lista es larga. Por momentos, se está frente a un policial que de pronto vira hacia la reflexión filosófica. La novela propone al lector una experiencia del pensamiento. Un juego permanente. Nos preguntamos entonces qué es lo anómalo, si nada puede ser más normal que toparte cara a cara con tu doble.
Nos dejamos llevar por esta novela atípica, escrita a toda prisa, como si la pandemia que azota afuera le sirviera al escritor de antídoto para crear un universo que hoy comparten y seguramente compartirán miles de lectores en el mundo entero.
–¿A qué edad comenzó a escribir, cuáles fueron sus autores preferidos en la infancia y la adolescencia?
–Comencé bastante temprano, a los 14 años, intentaba imitar a los autores que me gustaban. Quería “hacer como ellos”, me gustaban Jacques Sternberg, Boris Vian, Rymond Queneau, Gary. Claro que mis limitaciones me llevaban hacia las formas cortas, poéticas o fragmentadas. Y no era muy bueno.
–Nombrando a uno de los grandes escritores del movimiento OuLiPo, Georges Perec, en su novela W recuerdos de infancia, Perec transporta a una isla situada en Tierra del Fuego, donde hay un campo de exterminación (trabajo de anticipación, ya que años más tarde Chile y la Argentina fueron arrasadas por una dictadura militar). ¿Usted cree en el poder de predicción de los escritores?
–No hablaría de un poder de anticipación, pero es muy posible que algunos escritores sean visionarios, que perciban el movimiento de fondo de una tendencia que va a emerger. Pienso en Gary , en Las raíces del cielo, donde percibe el nacimiento de la ecología militante y la inminencia de la descolonización. Pienso en Houellebecq, quien con un marcado sentido de la provocación, detecta las fracturas de nuestro mundo envejecido.
–¿Cuál ha sido el proceso de escritura de su última novela?
–Pensé la forma de la novela a fines del 2018, la escribí durante el 2019, y la corregí a principios del 2020. Rara vez fui tomado así por un libro, al punto de escribir demasiado, de tener que reducir para llegar a la densidad requerida. Hice un verdadero plan de trabajo, también dispuse cada capítulo preocupado por la legibilidad y la ficcionalidad.
–Su premio Goncourt será siempre asociado a un galardón otorgado en el momento de una pandemia planetaria, ¿tendría alguna reflexión al respecto?
–Si, evidentemente y paradójicamente (porque la terminé en 2019) es un libro de la pandemia. El premio fue dado con retraso ya que las librerías estaban obligadas a un “clik and collect”, raro, quedará asociada a este período de confinamiento, de toque de queda, de cierre de comercios. La “experiencia del pensamiento” que propone la novela, que es también una experiencia de desrealización, hace eco con nuestra existencia en la cual lo virtual se ha instalado por largo tiempo.
–Hay una suerte de metafísica de posibilidades en su octava novela, ya que cada personaje se confrontrará con su doble. El desdoblamiento, el Doppelgänger, es un tema mitológico y una herramienta querida para la literatura fantástica y la ciencia ficción. ¿En relación a L’Anomalie, cuál fue su intención en relación al doble?
–Siempre tuve ganas de trabajar la confrontación con uno mismo, de la mentira imposible, de la identidad. El tema del doble está presente desde Anfitrión y, por supuesto, en los cuentos de Hoffman, pero jamás bajo la forma de una verdadera confrontación entre dos seres idénticos. Quise proponer a través de múltiples personajes la exploración de un panel de reacciones posibles.
–¿Se trata de una búsqueda de estilo ligada a la metafísica de los seres, como hace Dostoïesvsky en El doble, Virginia Woolf con Orlando, o Stevenson, Borges, Cortázar y otros grandes escritores?
–En Dostoïevsky, si Goliadkine (“nuestro héroe”) siente que su vida se conmociona cuando le aparece su doble, no le sucede lo mismo a su entorno, el cual le encuentra una vaga resemblanza sin sorprenderse de esa presencia. El doble se transforma en un asunto entre Goliadkine y él mismo, un recorrido paranoico. Orlando es más bien la travesía a través de los siglos de un personage andrógino. Si L’Anomalie es por su forma una novela que juega con los códigos de la cultura pop, podríamos escribir una forma parodiada a la Borges, a la Cortázar. Por cierto April-March ( abril y marzo, el nombre que usa para identificar a los personajes) es el título de la pseudo novela descripta por Borges en “Exámen de la obra de Herbert Quain”, uno de los cuentos de Ficciones. Un delirio en la cronología retrógrada que comprende nueve novelas de tres capítulos teniendo todos el mismo primer capítulo.
–Vivimos en un pequeño planeta, estamos en conexión gracias a la tecnología y usted describe en su novela un avión de Air France en el cual los pasajeros van a confrontarse con una segunda oportunidad… Imagino que sus estudios de matemática y de astrofísica han influenciado una buena parte de la narración. ¿Podría contarnos?
–Soy un gran lector de revistas científicas. Esto me ha ayudado mucho en la redacción de uno de los capítulos más “explicativos”. Y si hice estudios de matemáticas es por el gusto de la topología y de la lógica. También soy un materialista incorregible y pienso que esto se refleja.
–Su novela tiene algo que hace pensar en una suerte de imagineria anglosajona. También conjeturo que la novela será llevada al cine. ¿ Lo ha pensado? ¿ A quiénes elegiría para que la dirijan e interpreten?
–La imaginería “anglosajona” me ha sido reprochada. Esto me divierte, ya que la imagen está antes que nada en la cabeza del lector. ¿Qué puedo hacer yo en este caso? Nuestro imaginario está efectivamente modelado por un mundo de series y de estereotipos. Los utilizo para jugar, para divertirme, y esto permite un vínculo de complicidad con el lector. No es contradictorio con la literatura. En cuanto a elegir actores, actrices, un director, sería incapaz. De todos modos, si esto se hiciera, me pondría muy contento el ser despojado y descubrir otra lectura que no sea la mía.
–¿Qué le diría a nuestros lectores sobre la simulación de Nick Bostrom?
–Es una hipótesis interesante que combina los interrogantes de la lógica, de las probabilidades y de la evaluación del progreso científico. La idea es sencilla: podríamos ser eventualmente cada uno de nosotros un ser virtual capturado en una simulación. Es muy convincente.
–Se habla mucho de “distopía”: ¿es el caso de L’Anomalie?
–No es una distopía. Solo exploro nuestro mundo. No es ciencia ficción. Propongo una experiencia del pensamiento que dice lo siguiente: si aparecieran los dobles, una hipótesis podría ser que son seres simulados y que por lo tanto nosotros también lo somos. E igualmente su aparición podría efectivamente sugerir que estamos todos confrontados a un “test” sobre nuestras capacidades para comprender, aceptar, reaccionar.
– Hay un eco con Y si una noche de invierno un viajero, el libro de Italo Calvino de 1979. ¿Propone usted a los lectores esta experiencia de Calvino, rica en reflexiones?
–En este libro Calvino explora los géneros. Explora también en una puesta en abismo la relación entre el lector, el narrador, el autor. El libro es inmejorable en muchos aspectos. Lo que yo tuve ganas de hacer es, a partir de un juego de estilos, proponer una ficción novelesca que mire al mundo como a una ficción.
–¿En el momento en que usted escribe con una limitación, se libera de un “yo” más autobiográfico, es su modo de divertirse con los lectores?
–Las limitaciones tienen varios efectos. No evita el yo, lo circunscribe dentro de un universo de forma y de lengua, limita y sublima el sí-mismo. La limitación permite evitar la inmediatez, el primer borrador, de ir más lejos en la ficción, ofrecer diversidad. En algunos aspectos puede proponer un vínculo de complicidad con el lector y es así que en lo que a mí concierne tengo en cuenta el pacto pasado con él.
–En su novela tenemos la impresión de una puesta en abismo permanente, de encontrarnos con un libro dentro de otro. ¿Es un fenómeno borgeano para definir a la novela?
–Creo, como Borges, que todo escritor crea sus propios predecesores. Me gustaron las ficciones de Borges, también me quedé estupefacto con su ingenio y su amor irónico por el juego y que su fantástica erudición jamás se oculta. Borges es un personaje de novela. ¿No es acaso, a su manera, el héroe del libro El Nombre de la Rosa, de Umberto Eco?
–Es usted también poeta, podría decirnos cuáles son sus poetas contemporáneos preferidos, y quién le ha influenciado en la escritura poética? ¿ Cree usted en el golpe de dados de Mallarmé?
–Me gusta Mallarmé, pero mis preferencias poéticas me llevan a Aragón, inmenso, a Desnos, a Tardieu, Queneau, Roubaud.
–Sabiendo que “todo es relativo”, me permito preguntarle: ¿En qué cambiaría su vida con un éxito internacional?
–Mis libros precedentes serán traducidos, los que ya lo fueron tendrán más lectores. Y sobretodo quiero conservar para mí la impresión de que soy un impostor. Temo que no existe peor escritor que aquel que jamás duda de ser un escritor.
–Una palabra espontánea para sus lectoras y lectores futuros de lengua española.
–Perdón por Napoleón y gracias por Goya.