En 2010, las autoridades de la Isla Mauricio quisieron organizar una importante conmemoración en ocasión del bicentenario de la batalla de Grand-Port, que tuvo lugar frente a sus costas los días 20 y 27 de agosto de 1810, y que fue la única victoria naval de Napoleón contra los ingleses.
Castelnau, que fue el encargado de transmitir la invitación a su gobierno, se queja del destrato diplomático de Francia: "El gobierno de Isla Mauricio no recibió ninguna respuesta".
"Esta actitud (francesa) provoca estupefacción en el exterior -escribe Castelnau- donde en este momento la historia de Francia sigue teniendo importancia y sigue fascinando como siempre". Y agrega: "Mito o realidad, se dice que se han publicado más obras sobre Napoléon que los días que han transcurrido desde su muerte, lo que nos lleva hoy a una cifra superior a 72 mil…"
Castelnau destaca hasta qué punto Napoleón aceleró la historia como nunca nadie lo había hecho y en tan corto tiempo. Recuerda entonces la fascinación que el personaje produjo en tantas personalidades: contemporáneas, como Hegel, Goethe o Beethoven, pero también posteriores, como Roland Barthes que se maravillaba observando el daguerrotipo de Jerónimo Bonaparte, hermano de Napoleón, y decía: "Veo los ojos que vieron al Emperador".
"Pero en la Francia de hoy, entre nuestras élites aculturadas, o poseídas por el odio de si, no hay nada de eso, se trata 'el acontecimiento Napoleón Bonaparte' con ignorancia o con desenvoltura".
Daguerrotipo de Jerónimo Bonaparte, uno de los hermanos menores de Napoleón. “Los ojos que vieron al Emperador”, en palabras de Roland Barthes. Y un notable parecido físico…
Daguerrotipo de Jerónimo Bonaparte, uno de los hermanos menores de Napoleón. “Los ojos que vieron al Emperador”, en palabras de Roland Barthes. Y un notable parecido físico…
Castelnau apunta especialmente a la corrección política en boga, que lleva al ridículo de tratar a Napoleón de "blanco, racista y homófobo". Por ello denuncia "una voluntad de relectura de la historia de Francia destinada a denigrar un país al que se nos pide que no amemos".
La mecánica es la mentira o tomar el detalle por el todo. "Desgraciadamente encontramos en la actualidad los ecos de este enfoque entre los bienpensantes de juicio completamente anacrónico, cercano a la necedad, y que motiva las iniciativas más incongruentes".
Cita el ejemplo de una comuna del gran París, donde se quería nombrar "square Napoléon Bonaparte" a una nueva plaza, y un concejal comunista lo consideró escandaloso. El argumento fue que Aulnay-sous-Bois tiene muchos vecinos de origen africano y que Napoleón restableció la esclavitud por decreto en mayo de 1802.
Demagógico es el adjetivo más suave que le dedica Castelnau. La actitud "clientelística" de este concejal "insulta la herencia" de su propio partido, acusa el ensayista. Un partido, dice, "que no hacía diferencias étnicas entre la gente a la que defendía". Hubo un tiempo, dice Castelnau, en que en las escuelas del partido comunista se recomendaba a los militantes la lectura de dos libros sobre Napoleón publicados por Moscú. "Los rusos, soviéticos o no, estaban también fascinados con Napoleón y no sólo por haberlo derrotado", concluye.
Lo que también llama la atención es que la Revolución Francesa, con sus guerras civiles, sus interminables derramamientos de sangre, su caza de brujas y su Terror, goza de muy buena prensa en Francia, al revés que Napoleón, pese a haber sido éste quien puso fin a esos años de caos y de violencia sin freno.
La esclavitud había sido abolida por la Convención en 1794, pero la medida no llegó casi a tener efecto. Napoleón la restableció en 1802, algo que por otra parte iba con el espíritu de la época. Inglaterra abolió la trata de personas recién en 1807. Y fue el propio Napoleón quien la volvió a abolir, en 1815, medida que luego fue confirmada por la Restauración en 1817.
“Los rusos, soviéticos o no, estaban también fascinados con Napoleón” (Régis de Castelnau)
Otros lamentaron el "olvido" del aniversario de Napoleón porque éste hubiera podido ofrecer a Francia la oportunidad de sacar lecciones de la acción de "uno de los estadistas más grandes que conoció nuestro país". Existe una relación entre esa "negligencia" de la clase política respecto de la fecha y su incapacidad para sacar a Francia del bloqueo político, económico e institucional en que se encuentra.
Eso afirma William Thay en un artículo del think tank Le Millénaire: "La concepción bonapartista centrada en el mérito por el talento, la grandeza de Francia, la unión en torno a un destino común, la ambición reformadora y el voluntarismo político es una llave para sacar a Francia del marasmo en el que vive desde hace varios decenios".
En junio pasado, la revista L'Express recordó el frenesí de conmemoraciones del Bicentenario del nacimiento de Napoleón, en 1969, cuando acababa de renunciar Charles De Gaulle y Georges Pompidou había asumido para completar su mandato. El contraste con la actitud oficial de este año es patente.
En el 69 se produjeron varias películas -algunas lamentablemente quedaron en proyecto, como la de Stanley Kubrick- y el merchandising explotó. Hubo exposiciones, especiales de televisión, viajes por las rutas napoleónicas, espectáculos de luz y sonido, reconstrucciones, actos y desfiles. De todas partes del mundo, coleccionistas públicos y privados, más gobiernos e instituciones, enviaron objetos y documentos que pertenecieron a Napoleón o se vinculan con su historia para engrandecer las exposiciones. Hasta la Reina de Inglaterra prestó el acta de capitulación.
"En la escuela de la República, también se evocaba a Napoleón. En el patio en el recreo, los niños jugaban a la guerra haciendo de Murat, Davout o Ney", se recuerda en otra tribuna de Boulevard Voltaire, firmada por Georges Michel.
"La Francia de 1969 conmemoró dignamente este nacimiento del Emperador de los franceses -dice la nota-. El 15 de agosto, Georges Pompidou, rodeado de ministros, acompañado por el príncipe Napoleón presidió en Ajaccio las ceremonias conmemorativas (y) en su discurso, el Presidente dijo: 'Un hombre de este genio, de esta talla, viene a ennoblecer por su nacimiento y por su acción a toda una ciudad, a toda una isla, a toda una raza y a toda una nación'". "Digan eso hoy", desafía Michel.
"En la misa del 15 de agosto, vimos a Georges Pompidou arrodillado. Hagan eso hoy", desafía nuevamente, en referencia al anticlericalismo en boga.
Su conclusión: "Napoleón no habría muerto en 1821 en Santa Helena sino entre 1969 y 2019, en algún lugar de Francia, en una localidad llamada Arrepentimiento".