La revolución inconclusa que empezó en 1789 Nota en La Nacion
Julio 15, 2015
La revolución inconclusa que empezó en 1789
Por Dominique Biquard de Parenti | Para LA NACION
La Revolución Francesa de 1789, una revolución de ideas y principios que se sintetizaron en libertad, igualdad, fraternidad, fue inspiradora de las gestas independentistas de América. Con la entronización de la razón, hubo un cambio respecto del estatus femenino que, si bien fue formal, se quedó en los dichos y no avanzó en los hechos, marcó un comienzo. Durante la Revolución Francesa, las mujeres se hicieron presentes en los acontecimientos sociales y políticos: intervinieron en la toma de la Bastilla, lucharon en las barricadas, las aprovisionaron y sostuvieron. Y muchas de ellas alcanzaron gran notoriedad.
Olympe de Gouges (1745-1793), dramaturga y fecunda escritora política que se opuso a la represión jacobina y a la conducción de Robespierre, fue acusada de realista reaccionaria y guillotinada en 1793. En septiembre de 1791 publicó el manifiesto "La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana". Este magnífico alegato en favor de las reivindicaciones femeninas se basó en la Declaración de 1789, que aplicó de manera exhaustiva a las mujeres. Entre otras cosas, el manifiesto de De Gouges expresaba: "Si la mujer tiene derecho a subir al cadalso, debe tener también derecho a subir a la tribuna pública".
Théroigne de Méricourt (1762-1817) fue otra defensora a ultranza del papel de la mujer y de su derecho a elegir. En 1791, decía: "Para conocer nuestros derechos y nuestras obligaciones es necesario que nos dirijamos al juicio de la inteligencia, para con su ayuda poder distinguir lo justo de lo injusto. [...] nuestra misión debe ser alta. Librémonos de las cadenas que nos atan; ya es tiempo de que la mujer salga del ambiente en que estuvo encerrada durante tanto tiempo". Théroigne de Méricourt fue apresada en las Tullerías, levantaron sus faldas, le arrancaron la ropa interior y la azotaron furiosamente. Terminó internada en un psiquiátrico, donde falleció.
Esa enorme energía femenina de la Revolución Francesa tuvo, por supuesto, su correlato simbólico. El gorro frigio, que en la época romana era utilizado por los libertos, se consagra como símbolo de la libertad en el siglo XIX con el cuadro de Eugène Delacroix, de 1830. Marianne, la figura alegórica que simboliza la República de Francia y los valores de libertad, igualdad, fraternidad, está tocada con él. Y es ese símbolo femenino el que hermana en la historia a Francia y a la Argentina. Ambos países le asignan un lugar relevante en su simbología, al punto de que el gorro de Marianne se ubica en el centro del escudo argentino.
De aquel tiempo a esta parte es mucho lo que se avanzó: hoy tenemos mujeres legisladoras, presidentas, directoras de organismos y de empresas, prestigiosas profesionales. Pero el avance no fue parejo. Falta profundizar la educación, lograr igual salario para igual labor más allá del sexo, romper el "techo de cristal", erradicar la violencia de género, la trata de personas.
La marcha del #NiUnaMenos, convocada sin banderas políticas ni religiosas, puso de manifiesto cuántas mujeres dicen basta y cuántos hombres quieren que se detenga el maltrato a madres, hijas y hermanas.
El 14 de julio de 1789 fue una fecha importante para los inicios de nuestra Nación. En lo referente a la mujer, la revolución francesa fue una bisagra. Su ideario todavía no se completó, sino que permanece abierto como una incitación, un programa inconcluso por el cual debemos seguir trabajando.
Presidenta de la Asociación Marianne-Argentina.