10/05/13
Cuando era chica, en Francia, quería ser crítica gastronómica. Siempre me encantaron los sabores de la cocina. Miraba programas de televisión especializados, pasaba horas elaborando platos que me inspiraban y que adoraba comer: soufflé de queso, macarnos, forte noire. Tanto era mi entusiasmo que mi padre imaginó que llegaría a ser una gran chef. Pero el destino y mi entusiasmo por los viajes, las culturas de otros países y un impulso casi arqueológico por descubrir costumbres de cada lugar fue lo me trajo a instalarme en Buenos Aires.
En cuanto pude, y después de estudiar comunicación y trabajar en una agencia de publicidad, empecé a viajar por otros horizontes siguiendo una tradición familiar. Mi periplo iba a ser de seis meses y duró dos años. Recorrí África, Asia, América Latina. Navegué por el Amazonas en una
goélette francesa de 1916, recorrí muchas rutas a dedo y en carpa, medios que permiten acercarse a mucha gente diferente. En cada parada, mi afición por probar los hábitos culinarios me hacía conocer mejor a su cultura y su geografía. Empecé a concebir, a través de mi gusto natural por todas las expresiones artísticas, cómo la gastronomía encajaba a la perfección dentro de un universo dominado por colores, perfumes que casi formaban un paisaje nuevo. He visto fotografías que retratan platos que parecen montañas, valles o imágenes propias de una realidad alternativa.
Llegué a Buenos Aires luego de recorrer otros países latinoamericanos, y me impactó enseguida su aire cosmopolita, su inmenso gusto por la cultura, los teatros, los artistas,
y sobre todo la calidez y cercanía que la gente tenía entre sí. La simpatía natural de los porteños, su afán de compartir y su afecto me causaron una impresión muy fuerte porque, como europea, vengo de un mundo en donde la gente es menos expresiva. Yo quería vivir en otro país que no fuera Francia, pero no como turista, sino con un proyecto de vida. Inmediatamente, Buenos Aires fue, de todo el mundo, mi primera opción, lo más cercano a mi forma de ser. Pero antes, quería conocer Argentina y me tomé seis meses para recorrer una parte del país, de Buenos Aires hasta Ushuaia (otra vez a dedo) y navegando por los canales patagónicos hasta Chile. Fue una linda aventura.
Al volver quise investigar lo que no había podido hacer en Francia. Estudié cine, teatro, canto, actué, hice muchos encuentros. Quería hallar la forma de trabajar con mis hobbies y armé una propuesta para un restaurante en la que la música y la gastronomía se unían. Había conciertos de todo tipo, con artistas locales, entre otros, franceses con la cantante Nana y el trabajo era muy estimulante y amplio. Después quise armar mi propio emprendimiento. Así nació Odecrea Producciones, dedicada a la comunicación gastronómica, con eventos culinarios y culturales Hace tres años cofundé la asociación Lucullus, que reúne a los profesionales de la gastronomía francesa en Argentina, para hacer conocer nuestra cocina a través de los chefs y dueños de restaurantes. Estoy orgullosa de estar trabajando al lado de todos los chefs que fui conociendo y hacen que Buenos Aires sea cada vez más cosmopolita. Mi nuevo proyecto es un ciclo de cenas artísticas,
Le diner des artistes , que comienza el 21 de mayo y dedicado al pintor impresionista francés Monet. Además de una cena en varios pasos preparada por el chef Fernando Hara en el restaurante Unik, tendrá las explicaciones específicas que dará la historiadora Virginia Cavali. Después de Monet, llegarán a la mesa otros grandes: Da Vinci, el 27 de agosto; Toulouse Lautrec, el 22 de octubre; y Picasso, el 26 de noviembre. Me emociona la idea de que la gente pueda cenar inmersa en todo un universo artístico creado para esa única ocasión (porque se piensa cada detalle, desde la ambientación sonora, los colores, la comida).
Si reviso hacia atrás cómo eran mis expectativas infantiles, veo que mi vocación culinaria tomó distintos rumbos, y si no fui una crítica gastronómica como creía, ni una gran chef como pensó mi padre, me convertí en la creadora de universos gastronómicos en los que la gente puede disfrutar lo mismo que cuando miramos un cuadro que nos conmueve, escuchamos una canción. Me quedo pensando en unos de mis libros favoritos, “La esencia del gusto”, y veo cómo el arte está en todo lo que nos rodea.